jueves, 23 de agosto de 2012

Agentes secretos y Presas del diablo

Verlas una tras otra, como en un programa doble, me retrotrajo a los años setenta: a la matinée del Azul y a la vermouth del Independencia o del Olllanta. “Agentes secretos”, de Steven Soderbergh, y “Presas del diablo”, de John Carpenter, remiten a un cine de acción hecho sin mayores pretensiones. Son filmes al estilo de la serie B, pero realizados con recursos más o menos holgados en el caso de Soderbergh, o más o menos ajustados en lo que le toca a Carpenter. Las dos, además, muestran a heroínas agresivas y con iniciativa; guerreras de verdad.


Ni una ni otra película aspira a mostrar mayor coherencia narrativa ni afanes de verosimilitud. Soderbergh aprovecha el intrincado juego de traiciones que sustenta el argumento para insertar cada quince minutos un combate de Gina Carano con el rival que le pongan al frente. Y ahí es que se luce su garra y pegada. Soderbergh filma los movimientos del cuerpo de Gina en acción (y la destrucción que provoca) con la misma sensualidad fascinada con que en otras películas despliega filtros cromáticos, cámaras vertiginosas o chiches tecnológicos para provocar admiración masiva. “Agentes secretos” es un vehículo al servicio de Gina Carano. Ella es contundente, tanto como una chica Grindhouse de Tarantino.

“Presas del diablo” es un divertido disparate. Mezcla con toda conciencia los tópicos de las películas de manicomios con los de prisiones femeninas y les agrega cuotas de terror espectral con una aparecida que provoca sacudones inesperados mientras se acumulan evocaciones de “Psicosis” y decenas de otras referencias a Hitchcock. Pero no solo eso. Carpenter ambienta su historia en los años sesenta, lo que le da pie para incluir apuntes “retro” pero sin pizca de nostalgia porque en su mundo no hay lugar para la aflicción, el quebranto o la memoria afectiva del pasado. Las películas de Carpenter son tensas, lineales, prospectivas y avanzan hacia su objetivo con toda velocidad. “Presas del diablo” es un encargo que apela a algunos recursos gruesos que parecen tomados de un manual de sustos del tren fantasma o del teatro del gran guiñol, pero resulta atractiva por su energía narrativa, su gracia desprejuiciada, su aire de juego burlón.

Ricardo Bedoya

2 comentarios:

TRUE ROMANTIC dijo...

¿qué? ¿se muere tony scott y ni siquiera se le dedica por lo menos un post minúsculo? MALÍSIMO SEÑOR BEDOYA

Anónimo dijo...

eñor Bedoya, le recomiendo la visión de "Juegos de seducción", película francesa. Están proyectándola en UVK Larcomar. Ojalá pueda comentarla. Saludos.