sábado, 7 de julio de 2012

Tierra de los padres

"Tierra de los padres", luego de "M", confirma a Nicolás Prividera como uno de los nombres importantes del cine argentino de hoy.


"Tierra de los padres" recorre la historia argentina de los últimos dos siglos teniendo como escenario tumbas y mausoleos del cementerio de Recoleta, en Buenos Aires. En ese apacible y aristocrático lugar, donde están sepultados grandes personajes de la historia del país, un grupo de personas, de mediana edad, leen párrafos de textos clásicos, escritos por los padres de la Nación.

Pocas películas convocan un imaginario tan violento, tan bárbaro, tan sangriento, tan cargado de odios y rencores, como “Tierra de los padres”. Y pocas lo hacen manteniendo tal austeridad formal, sustentada en un dispositivo invariable: los lectores dan cuerpo y voz a lo que pensaron aquellos que hoy son mármol y efigie, para luego desvanecerse. Sí, literalmente, disolverse, de modo fantasmal.

La película de Prividera convierte el escenario simbólico del cementerio donde yacen Sarmiento, Rosas, Lugones y Eva Perón en una arena de confrontación histórica. En ese microcosmos de la patria, esa ciudad dentro de la ciudad de Buenos Aires, se cristalizan las argumentaciones que, en nombre del amor a la tierra de los padres, justificaron, en el transcurso de los tiempos, el exterminio, la supresión del otro, los fusilamientos masivos, la matanza de indígenas, el tiro en la sien o en la nuca o la supresión de subversivos. Con pocas excepciones (Alberdi, Walsh), cada frase y cada texto leído en la película despierta ecos de horror. Hasta en las afirmaciones más vitalistas y desprendidas, resuenan los tintes del fanatismo (como en el de Eva Perón)

No es casual que Prividera agradezca al final a Straub-Huillet, a Pier Paolo Pasolini, a George Romero, a John Carpenter, entre otros. Y es que “Tierra de los padres” no solo evoca en su disposición formal al “Moisés y Aarón”, de Straub-Huillet y, claro, a “Profit Motive and the Whispering Wind”, de John Gianvito –su inspiración central-, sino a “Saló, los 120 días de Sodoma”, a "La noche de los muertos vivientes", a "La niebla".

Lo que Prividera escenifica es una performance de las batallas de la historia argentina representadas por los sobrevivientes de hoy, ciudadanos de treinta y tantos o cuarenta años que leen el libro negro de la Historia. Lo hacen en la localización más realista y la más simbólica: el lugar al que conducen los combates deseados o alentados por los prohombres de la patria. La decisión de Prividera convoca la actualización “materialista” del pasado histórico contrastado con el trasfondo documental de las calles de Roma (en el caso de Straub-Huillet) con la mirada fija y el encuadre simétrico para registrar las sevicias impuestas por las decisiones políticas del poder de los mayores contra los jóvenes en los salones de una bella villa palatina italiana, en la película de Pasolini.

Pero también están los zombis y los fantasmas.

Los fantasmas de la imagen documental: al inicio, el himno nacional argentino acompaña un montaje de imágenes violentas; son episodios que vuelven a la vida desafiando a la historia oficial. Antes dijimos que los lectores aparecen en el cementerio para decir lo suyo y disolverse en medio de la rutina de los guardianes de las tumbas, los turistas y los gatos que se disputan el cuerpo de una paloma destrozada (todo aquí convoca a la idea de la muerte violenta y a la disputa por la posesión del otro como trofeo) Es decir, los lectores encarnan por algunos minutos la voz de los muertos antes de extinguirse. Es suficiente. Sus espectrales apariciones dejan huellas sobrecogedoras.

“Tierra de los padres” es una de las mejores películas vistas este año en Lima y apoyo lo solicitado por un lector del blog: los organizadores del Festival Lima independiente deberían repetirla.

Ricardo Bedoya

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola, gracias por el apoyo, espero q la repitan pronto para poder comprender mas como una revisión histórica puede ser tan determinante y precisa en general, saludos