miércoles, 18 de enero de 2012

Habla Nanni Moretti: el Papa y el balcón vacío



Nanni Moretti habla sobre "Habemus Papam" en esta conversación que mantuvo con Rodrigo Bedoya hace unos días. Rodrigo la ha cedido para su publicación en el blog.



¿Por qué le interesó el tema del Vaticano y de la elección pontificia?
No he hecho un filme realista sobre el Vaticano de hoy. Hice ante todo un filme sobre el hombre, donde he inventado mi Papa, mi Vaticano y mis cardenales. Interpreto el papel del psicoanalista, pero hay algo de mí también en el personaje del Papa. En sus actitudes, en su angustia, en el sentirse inadecuado. Imaginando con los otros guionistas la primera escena, pensamos en un papa recién elegido a pocos metros del balcón papal que escapa porque no tiene la fuerza de asomarse por él.


¿Fue complicado aterrizar en los miedos y angustias de un personaje tan emblemático como es el Papa?
No, porque es un personaje inventado. No es que yo haya representado a Ratzinger, a Juan Pablo II, o a otro Papa que realmente existiera. He creado un personaje que un minuto antes era un cardenal y un minuto después un Papa. Por consiguiente, no fue más difícil que inventar otro personaje de mis filmes anteriores.


El interés del personaje por la actuación quizá sea una válvula de escape para una realidad totalmente angustiosa. ¿Usted, que es actor y director, siente que actuar es una forma de escapar de la realidad?
Digamos que tengo el privilegio y la fortuna de poder contar a través del cine mis angustias, mis dudas, mis preguntas. Es una fortuna, y, aún sin darme cuenta, todas mis películas son autobiográficas. Digamos que el papa está en un momento particular de su vida: él mismo habla de depresión, y yo pienso que nombrar su propia fragilidad al final del filme no es un acto de debilidad o fuga por parte del Papa, es en cambio un acto de fuerza; es no esconder sus propias debilidades, él no esconde el ser un hombre como todos.


El personaje que usted interpreta, el psicoanalista, se pasea interesado por el Vaticano, observando las costumbres y los conflictos que están ahí. ¿Qué sentimientos le suscita el Vaticano?
Si yo hubiese contado la renuncia de un líder político, de un manager de las finanzas, digamos que el filme hubiera sido más pequeño, más pobre. En cambio, así, con la renuncia no solo a la responsabilidad sino al poder de un Papa, es un filme más universal. Todos nos sentimos inadecuados en nuestra vida. Entonces quise hacer un filme también sobre lo inadecuado, no solo en las situaciones públicas, sino en todo ambiente, entre todos nosotros; un filme sobre el sentido de lo inadecuado. No tengo una relación conflictiva con la Iglesia Católica porque soy ateo. Entonces, teniendo esa distancia puedo permitirme hacerle un regalo que probablemente no sea merecido: he humanizado el Cónclave y a ese grupo de cardenales porque yo hago el filme no para narrar al público lo que el público ya sabe o para hacerle ver lo que ya vio. Hago un filme para imaginar una realidad diferente. Por consiguiente, he imaginado cardenales distintos a los reales. También un cónclave distinto al que he visto cien veces tanto en el cine como en la TV. Generalmente los cónclaves reales están llenos de sentimientos de odio entre un cardenal y otro, luchas por el poder, votos que se pasan de un cardenal a otro. Eso no me interesaba: lo había visto tantas veces en las películas. No sé que cosa suceda finalmente en un cónclave pero yo quería contar mi Cónclave en donde todos los cardenales esperan no llegar a ser Papa, y por consiguiente siempre hay una humanización. De hecho, soy conciente que en la iglesia hay problemas graves: escándalos financieros y de pedofilia. No quería hacer una película que narrara estos hechos porque no quería coger el camino fácil de una película de denuncia: quería contar el poder de una manera de una manera menos directa, menos frontal. Por consiguiente, quería presentar a un Papa ya elegido frente a un balcón vacío. Esa sutileza es más interesante que hablar de los gravísimos problemas de pedofilia al interior de la iglesia y más aún del hecho de que las autoridades eclesiásticas los quieran encubrir. Esas son hechos que conocen todos aquellos que quieren conocerlos. Yo quise hacer una cinta no realista enmarcada al interior de un marco realista, verosímil, en el cual las precisiones son aquellas, las convocatorias al conclave son auténticas, las vestimentas son las mismas, la ambientación es precisa, el encuadre es realista pero en el interior existe lo imaginario.


En su cine la música popular incidental tiene una gran importancia. ¿Por qué eligió “Todo cambia”de Mercedes Sosa?
Por lo general elijo la música que escucho mientras escribo el guión. En ese momento se me vienen a la mente algunas canciones. En este caso, por el contrario, después de muchos años tuve la oportunidad de volver a escuchar “Todo cambia”, y entonces, para utilizar esa canción me imaginé esa escena.



Hay una ironía que recorre la película de principio a fin y que encontramos en otras de sus películas.
Este no es un filme autobiográfico en los detalles. En el caso de mis otros filmes, cuando se existen detalles autobiográficos es casi obligatoria la ironía sobre uno mismo porque cuando narramos sobre nosotros es muy feo contar únicamente lo serio: involuntariamente uno se ridiculiza. Además, hace muchos años, cuando comencé a hacer cine con una pequeña filmadora de súper 8 milímetros, me nació de forma natural el alternar el dolor y la alegría, alternar momentos cómicos con incidentes trágicos, porque en la vida nuestros días están formados de momentos diferentes entre ellos. Me nació de forma natural, así como el ser actor en mis películas.


Hablando de sus cintas autobiográficas, ¿qué implica mirarse a sí mismo en el cine?
En primer lugar no es terapéutico narrarse a sí mismo: la autobiografía puede ser un modo de esconderse aparentando que uno se está revelando. Además que no es que yo me interprete siempre a mí mismo. Si bien en “Aprile”, por ejemplo, interpreté al director Nanni Moretti, la película no era un documental ni un diario: era una ficción con forma de diario.

En su cine hay una reflexión constante sobre la relación entre lo colectivo y lo íntimo, lo social y lo personal.
No es que vivamos en una burbuja fuera del tiempo y del espacio, pero he hecho filmes en los cuales la realidad social y política se encuentran menos presentes: por ejemplo, “La Habitación del hijo”. En ella no hay ninguna referencia a la actualidad política y periodística, no hay un televisor prendido para ver un programa de aquel tiempo: es un filme que podría ambientarse en cualquier lugar, en cualquier año. Otros filmes míos, en cambio, naturalmente se ubican en su tiempo pero tratando de no jalar el ojo del espectador sobre la actualidad. Es una cosa pérfida recorrer la actualidad.


Su compromiso político lo ha demostrado en muchas de sus películas. ¿Cuál cree que es la importancia del cine comprometido políticamente?
En realidad pocas veces he hablado directamente de política. Creo que el deber del director no es el de hacer filmes políticos o sociales, sino de hacer buenos filmes. No pienso que un tema social o político sea más importante que un tema de amor o de hechos más privados. Con cualquier asunto se puede hacer una mala película o una buena película. Yo no he pretendido, en las pocas veces que he hecho un filme político, cambiar para nada la cabeza del espectador. Para mí, las películas más bellas son aquellas que crecen dentro del espectador con el transcurrir de las horas, con el pasar del tiempo.


¿Cómo sitúa “Habemus Papam” en su filmografía?
Considero a “Habemus Papam” como un capítulo más de una novela. Pero de hecho en los últimos años ha habido un cambio: han pasado cosas importantes en mi vida, pero yo no soy más el protagonista de mis películas y esto es un pequeño cambio al interior de mi obra. Estoy como actor, ya no como protagonista. Hay un poco de mí en el Papa y en el psicoanalista, pero no pensé jamás en interpretar al Papa, siempre pensé en Michel Piccoli.


¿Por qué en Michel Piccoli?
Porque es un actor extraordinario y lo admiraba ya como espectador hace 40 años. Cuando trabajaba con Marco Ferreri y otros. Recientemente lo vi actuar en “Vuelvo a casa”, de Manoel de Oliveira. Es un actor que no solamente lleva al personaje a su excelencia, sino, junto con ella, a su humanidad. Por consiguiente, veo al Papa muy bien interpretado por un actor, pero también veo junto a esto la gran humanidad de una persona, Michel Piccoli, y esos son los actores que me gustan como espectador.


¿Qué cine disfruta como espectador?
He quedado muy ligado como espectador a los autores del cine de los años sesenta, pero estoy hablando de películas de hace cincuenta años, de Francia, de Inglaterra, del nuevo cine polaco. Eran filmes que reflexionaban sobre el cine, sobre la realidad, sobre la sociedad. A través de ellos se imaginaba un nuevo cine, una nueva sociedad. Cada uno con su propio estilo, con su propia personalidad y sensibilidad.


¿Está trabajando en un nuevo proyecto?
Estoy escribiendo la próxima película pero aún es muy pronto para hablar de ella. Sin embargo, no quiero que pasen otros cinco años entre un filme y el otro, como lo he hecho con mis dos últimas obras.


Al agradecerle por la entrevista, este redactor le comentó la importancia que habían tenido “Caro Diario” y “La habitación del hijo” en su formación de cinéfilo. Moretti respondió: “Muchas gracias. Cuando filmé ‘Caro Diario’ no pensé en absoluto que mi ‘Vespa’ fuera a recorrer el mundo, que fuera vista en tantos países lejanos. Fue un suceso internacional que me sorprendió”.


Especial agradecimiento a Rina Queirolo por la traducción de la entrevista.


Una versión breve de esta entrevista fue publicada por el diario "El Comercio" en su edición del martes 17 de enero de 2012.


Rodrigo Bedoya


1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena entrevista, Rodrigo!!!