domingo, 10 de octubre de 2010

Window Water Baby Moving, de Stan Brakhage


Para Stan Brakhage, filmar el nacimiento de un hombre requiere de un acto previo: despojar al cine de las convenciones adheridas en cien años de industria. Es decir, afirmar su capacidad de registro documental, de captura fotográfica en bruto conservando las asperezas, contratiempos e imperfecciones del rodaje, esquivando el relato, guardando las tomas sobreexpuestas y los contraluces, con la luz a ratos escasa y a ratos sobreexpuesta, dando la espalda a los imperativos de la construcción, suprimiendo la voz del narrador, la música o los ruidos, despreocupándose de la luz calibrada, la foto luminosa y el foco definido.

Registrar el nacimiento supone la vuelta a lo más elemental y primario, al registro de la intimidad, a la exhibición del grano de la imagen y a marcar la presencia de la cámara en posiciones impremeditadas, exigidas, inciertas, como “Window Water Baby Moving”.

Para Brakhage no se puede hacer ficción en torno al registro de un nacimiento. Sólo se puede premeditar su registro “del natural”, recuperando para la cámara el carácter primordial de "tomavistas". Un registro que limita con lo obsceno, con lo que no suele mostrarse para evitar enojo o incomodidad o no se muestra con tales “imperfecciones” de acabado técnico. La película de Brakhage, con un mínimo dispositivo de mirada, celebra el goce del nacimiento del niño, pero también celebra, con satisfacción casi narcisista, la presencia del padre convertido en cámara-ojo. Su ansiedad es la de la cámara y su nerviosismo también.

La impresión es de confusión y de exaltación a la vez. En medio de lo rudimentario se apunta el lirismo. El lirismo de lo íntimo junto con el rigor del testimonio. La película muestra el nacimiento de un individuo y la cámara está ahí para registrar el hecho en lo que tiene de común y para celebrarlo en lo que tiene de extraordinario.

Ricardo Bedoya

1 comentario:

Alvaro dijo...

Comenta la de la autopsia que es insoportable de ver.