viernes, 16 de julio de 2010

Hacia una historia del cortometraje peruano (Tercera parte)

Augusto B. Leguía gobernó el Perú, en segundo mandato, desde el 4 de julio de 1919 hasta el 22 de agosto de 1930. Durante ese período se conmemoraron las fiestas de los Centenarios de la Independencia del Perú, en 1921, y de las batallas de Junín y Ayacucho. El cine registró esas festividades y muchas más. Durante esa tercera década del siglo XX, las imágenes fílmicas fueron complementos de las revistas ilustradas de modas y actualidades sociales y se multiplicaron los cortometrajes que registraban los actos y fastos del régimen de Leguía.

Fue entonces que se estableció la práctica oficial de encargar a empresas productoras la realización de cintas destinadas a resaltar obras públicas o actividades gubernamentales. La intervención promotora del Estado en la producción cinematográfica tuvo una segunda intención: difundir la propaganda del régimen.

Los encargos fílmicos del gobierno se convirtieron en importantes rubros de ingresos de las productoras de documentales y reportajes. Un ejemplo: mediante Resolución Suprema del 21 de julio de 1926 se encargó "al artista José G. Otero la confección de una película cinematográfica sobre vialidad en la República, por el precio de S/. 4.50 por metro de cinta lista para su proyección en la pantalla, comprendidos gastos de viaje y demás sobre el particular, debiendo quedar los negativos en poder del Ministerio de Fomento".
En 1924, el Estado abonó una subvención mensual a la Empresa Pictórica del Perú, de C. L. Chester, con el fin de "hacer propaganda del país por medio de películas cinematográficas".

Esa política oficial creó entre los cineastas, y en la opinión pública, la convicción de la legitimidad de la intervención del Estado en la promoción de una cinematografía nacional. Una convicción que adquirió valor de acuerdo multilateral en la Primera Conferencia Hispanoamericana de Cinematografía que, convocada por la II República Española, se llevó a cabo en Madrid en octubre de 1931, y a la que asistió en representación del Perú la educadora Elvira García y García. Allí se recomendó a los estados hispanoamericanos establecer por mandato legal el porcentaje de películas nacionales que debía exhibirse en sus territorios, incluyendo como nacionales a las cintas del ámbito hispanoamericano, en un antecedente de la "cuota de pantalla". Las recomendaciones nunca se pusieron en vigencia, pero la ideología del deber de la protección estatal a la cinematografía encontró entonces sus primeros antecedentes.

Pero la bonanza del régimen de Leguía llegó a su fin. El "jueves negro" de la Bolsa de Nueva York, ocurrido el 24 de octubre de 1929, trajo consecuencias inmediatas para la estabilidad económica del Perú. Arruinó la colocación de un empréstito de cien millones de dólares que requería el erario, pero también agudizó la baja de los precios de los productos de exportación. A la prolongada depresión de los precios del azúcar, se agregaron los del algodón y las lanas.

El déficit obligó al gobierno a suspender algunas de sus obras preferidas, como la construcción de caminos, y prohibió la contratación en moneda extranjera ante la escasez de divisas. Las importaciones descendieron y se afectó el comercio minorista, el crédito se encareció y el Banco Central de Reserva intervino en las operaciones financieras. El tipo de cambio se derrumbó y alcanzó el nivel más bajo desde 1921.

El 22 de agosto de 1930 se produjo el derrocamiento del régimen de Augusto B. Leguía. Pero ese episodio fue sólo el inicio de un período de mayor inestabilidad política y económica.

¿Cómo resistió el cine esas circunstancias adversas?

Gracias a las facilidades otorgadas por el gobierno de Leguía a la inversión extranjera, los capitales norteamericanos vinculados a la industria cinematográfica se afincaron en el Perú durante el curso de los años veinte. Las compañías tradicionales de distribución y exhibición de películas, formadas por inversiones nacionales o regionales, perdieron fuerza e importancia ante las Majors, lo que trajo consigo la disminución de la producción fílmica de cortos de actualidades o reportajes. No olvidemos que el impulso central para su producción provino, desde comienzos de la segunda década del siglo, de las antiguas compañías distribuidoras y exhibidoras que quedaron entonces en una posición secundaria frente a las Majors.
En la once años del período de Leguía el impulso para la producción fílmica se desplazó a los organismos del Estado, tambaleantes desde 1929. A partir de ese momento, ni las empresas nacionales que habían manejado el negocio del cine, ni las Majors norteamericanas, ni el maltrecho presupuesto fiscal, pudieron mantener el ritmo de producción fílmica conocido. Se clausuró entonces el romance del cine con el Poder.
Ricardo Bedoya

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pienso que las 3 partes son un excelente articulo investigatorio. Felicitaciones sr Bedoya.Ojalà los de la revista godard tuvieran siquiera el pequeño animo de investigar asi. Comò cinèfilo, muchas gracias sr Bedoya. Que le vaya bièn y espero con ansias los siguientes textos que guardo en un archivo personal. Porque me sirven para saber un poco màs sobre el cine peruano. cèsar pereyra ravello.

Unknown dijo...

Señor Bedoya. Sé que lo que voy a escribir no tiene mucho o nada que ver con la entrada pero me permito molestarlo. Quería hacer una denuncia en el blog acerca del listado de películas salido en el diario El Comercio ayer sábado 17. En el complejo Cineplanet Risso, según el listado, la película Encuentro explosivo estaba programada para las 6.50 pm. Acudimos 5 personas y en boletería nos señalaron que la función empezaba a las 9.20 pm. Mi queja es obvia. ¿Puede existir tamaña descoordinación? Ya me ha sucedido en múltiples ocasiones. Lo que planifiqué se fue al tacho por seguir una indicación errónea. Las consecuencias no las voy a contar acá pero existieron. He ingresado hoy domingo a la web de Cineplanet y efectivamente, la función única en ese local es a las 9.20 pm. Otro descuido: La pantalla de la sala 7 es media angulada o convexa. La proyección estaba más grande que la longitud de la pantalla. los subtítulos eran agrandados y las imágenes (incluídos los primeros planos) parecían como manejados con un zoom... Otra perlita más en el decano, que molesta y me complica el sábado de mis hijos y sus primos. Un descuido elemental del Cineplanet Risso.

Anónimo dijo...

...ya presentaste tu queja con el director de cineplanet? deberías buscar a las otras personas que estuvieron contigo y luego buscarlo y hacer un documental seria un boom¡para todos los cretinos consumistas iditizados que van a esos lugares como tú :)