martes, 4 de noviembre de 2008

Crimen oculto (Paranoid Park)


Álex es un adolescente de Portland. Va a la escuela, tiene un aire lánguido y cierto desaliño. Suele ir al llamado Paranoid Park a deslizarse con su “skater”, como otros muchachos de su escuela y su edad. Álex está involucrado en un acto criminal, pero acaso no lo recuerda, no le importa, no lo siente, no le genera culpa. O tal vez sí, de un modo tan agudo y poderoso que lo mantiene ensimismado, volcado a la fantasía alada de la ingravidez de un patín suspendido en el aire.

Álex es el personaje principal de “Crimen oculto”, equívoco título con el que se exhibe “Paranoid Park”, de Gus van Sant, el director de “Mala noche”, “Drugstore Cowboy”, “Mi Idaho Privado”, “Elephant”, “Gerry”, “Last Days”, por citar sólo los títulos de su filón independiente, alejado de Hollywood, a las que se integra “Paranoid Park”.

El crimen en el cine suele venir acompañado por exposición y resolución, pruebas y peripecias, mortificación y culpa, castigo o redención. Aquí no hay nada de eso. “Paranoid Park” es el retrato de un adolescente y de la opacidad del mundo que lo rodea. Un mundo de adultos vistos de espaldas, fuera de foco o bajo los signos imprecisos de un gesto, una pose, una apariencia (el policía con su estilo de amable amenaza; el padre tatuado) o hablando en un lenguaje que los jóvenes no comparten, como el llamar East Side Park al lugar que los muchachos conocen como Paranoid Park. Pero opacidad también de los actos y sus motivaciones, que se disuelven en el trance de Álex y el acceso a otro nivel de su conciencia.

Porque de eso trata “Paranoid Park”, del acceso a otra dimensión de una conciencia tironeada por asuntos diversos: la separación de los padres del muchacho, la exigencia erótica de una amiga, el incidente con el guardia de seguridad del tren, la convicción de Álex de que hay niveles distintos de experiencia, superiores a los de la vida cotidiana. Los golpes que recibe Álex no lo hacen más maduro, en el sentido de más responsable, más ajustado al mundo o más sensato, pero sí lo transforman, convirtiéndolo en un personaje flotante, silencioso, introspectivo, cercano a la cualidad que tenían los ángeles en la primera parte de “Las alas del deseo” o “El cielo sobre Berlín”, de Wim Wenders.

Es decir, se convierte en testigo callado y observador de las formas y sensaciones de un mundo que aparece como un flujo continuo de trayectorias y movimientos muy sensuales, que se aceleran y desaceleran, apareciendo con texturas diversas, en imágenes granuladas y otras límpidas, como si fueran producto de progresivos ajustes de una mirada en curso de hacerse más precisa y certera. Mientras crecen las posibilidades de descubrimiento del crimen culposo, más aéreo parece Álex, que recuerda, observa o imagina las trayectorias de los patines, su liso transcurrir, la realidad de ese parque convertido en refugio mental. Las imágenes de los “skaters”, de acciones precisas, gestos perfectos y cuerpos entrenados, se oponen en su memoria a las del otro cuerpo, la del guardián ferroviario, partido en dos, pesado, agónico, incapaz de moverse. Cuanto más insistente es la imagen cuerpo a tierra del moribundo, más cercano se siente Álex a las cualidades ingrávidas y aladas de los patinadores. Como un ángel reconociendo a sus semejantes.

Así como las imágenes del parque son parte de un paisaje alucinado, también lo es la banda sonora, de una riqueza formidable. No sólo porque la música conforma un texto denso, que mezcla referencias múltiples, sino porque la voz y los ruidos, amplificados, en ecos, o atenuados por momentos, dan cuenta de un mundo que se vuelve mental, interno, refractario a las demandas de fuera.


Es imposible dejar de mencionar el costado homosexual del filme. No sólo por la fascinación que siente Gus Van Sant por la presencia de los cuerpos de sus personajes, sino por las insinuaciones acerca del sentido de la noche en el tren y el accidente que lo frustra todo. Acaso para Van Sant ese deseo homosexual, o su fantasía abortada, es también una vía de acceso hacia el nuevo estado de conciencia de Álex. Todo es así en esta película, plagada de indicios antes que de certezas.


Ricardo Bedoya

6 comentarios:

Anónimo dijo...

YA SE VAN PERFILANDO LAS MEJORES DEL AÑO: PARANOID PARK, RELACIONES PELIGROSAS, LUCES AL ATARDECER,
UNA GUERRA DE PELÍCULA, NO TE METAS CON ZOHAN, DUEÑOS DE LA NOCHE, SHINE A LIGHT, 3:10 MISION PELIGROSA, BATMAN.EL CABALLERO DE LA NOCHE, DIARIO DE LOS MUERTOS,
PROMESAS PELIGROSAS, SWEENEY TODD,
SIN LUGAR PARA LOS DEBILES, PETROLEO SANGRIENTO, SOY LEYENDA.

Anónimo dijo...

Lo mejor del año es LUZ SILENCIOSA
y 4 MESES 3 SEMANAS Y DOS DIAS.

Raul W.

Anónimo dijo...

BUEN PUNTO DE PARTIDA, AUNQUE YO CAMBIARÍA "NO TE METAS CON ZOHAN", "UNA GUERRA DE PELÍCULA", "DIARIO DE LOS MUERTOS" Y "SOY LEYENDA" POR "4 MESES, 3 SEMANAS, 2 DÍAS", "WALL-E", "LUZ SILENCIOSA" Y "EL ASESINATO DE JESSE JAMES".

Pepe Derteano dijo...

Felicitaciones por una crítica perfectamente integrada.
Cordiales saludos.

Anónimo dijo...

no es "SKATER" es SKATE n.n ... lo demas EXCELENTE

Anónimo dijo...

Hola Ricardo:

Como juego intelectual pretendo analizar tu crítica sobre ésta película. ¡Adelante entonces!

Álex es un adolescente de Portland. Va a la escuela, tiene un aire lánguido y cierto desaliño. Suele ir al llamado Paranoid Park a deslizarse con su “skater”, como otros muchachos de su escuela y su edad. Álex está involucrado en un acto criminal, pero acaso no lo recuerda, no le importa, no lo siente, no le genera culpa. O tal vez sí, de un modo tan agudo y poderoso que lo mantiene ensimismado, volcado a la fantasía alada de la ingravidez de un patín suspendido en el aire.

Álex es el personaje principal de “Crimen oculto”, equívoco título con el que se exhibe “Paranoid Park”, de Gus van Sant, el director de “Mala noche”, “Drugstore Cowboy”, “Mi Idaho Privado”, “Elephant”, “Gerry”, “Last Days”, por citar sólo los títulos de su filón independiente, alejado de Hollywood, a las que se integra “Paranoid Park”.


En los primeros párrafos presentas las aristas que vienen a tu cerebro sobre el comportamiento de Alex, y dudas pero no te atreves a afirmar nada, estás entre la idiotez de un tipo infrahumano o la culpa tan fuerte que se convierte en indiferencia (what?).
Gracias por anotar -como relleno- las películas anteriores de Van Sant, bastante ilustrativo.

El crimen en el cine suele venir acompañado por exposición y resolución, pruebas y peripecias, mortificación y culpa, castigo o redención. Aquí no hay nada de eso. “Paranoid Park” es el retrato de un adolescente y de la opacidad del mundo que lo rodea. Un mundo de adultos vistos de espaldas, fuera de foco o bajo los signos imprecisos de un gesto, una pose, una apariencia (el policía con su estilo de amable amenaza; el padre tatuado) o hablando en un lenguaje que los jóvenes no comparten, como el llamar East Side Park al lugar que los muchachos conocen como Paranoid Park. Pero opacidad también de los actos y sus motivaciones, que se disuelven en el trance de Álex y el acceso a otro nivel de su conciencia.

¿Será porque no es una película noir y sí sobre la acostumbrada marginalidad del cine independiente de Van Sant?

Es que obviamente un adolescente no piensa igual a un adulto, brillante Ricardo, realmente brillante. Te me adelantas al "final", en ningún momento hay otro nivel de consciencia, el muchacho mantiene sus dudas y sólo sigue un consejo: el de desfogarse quemando las cartas que él mismo escribe(una prueba de que sufre, ves que no es tan difícil dar una definición, mi estimado Ricardo, total como TÚ dices toda crítica es subjetiva).

Porque de eso trata “Paranoid Park”, del acceso a otra dimensión de una conciencia tironeada por asuntos diversos: la separación de los padres del muchacho, la exigencia erótica de una amiga, el incidente con el guardia de seguridad del tren, la convicción de Álex de que hay niveles distintos de experiencia, superiores a los de la vida cotidiana. Los golpes que recibe Álex no lo hacen más maduro, en el sentido de más responsable, más ajustado al mundo o más sensato, pero sí lo transforman, convirtiéndolo en un personaje flotante, silencioso, introspectivo, cercano a la cualidad que tenían los ángeles en la primera parte de “Las alas del deseo” o “El cielo sobre Berlín”, de Wim Wenders.

Todo ello se resume en marginalidad, lo que quiere tansmitir Van Sant (¿no has visto las películas de tu lista?), para qué tanta chachara, viejo. Si me permites la confianza. Buen dato lo de las películas de Wim Wenders, mañana las consigo en el Hueco o en Polvos Azules, ojalá y las vendan para entenderte.

Es decir, se convierte en testigo callado y observador de las formas y sensaciones de un mundo que aparece como un flujo continuo de trayectorias y movimientos muy sensuales, que se aceleran y desaceleran, apareciendo con texturas diversas, en imágenes granuladas y otras límpidas, como si fueran producto de progresivos ajustes de una mirada en curso de hacerse más precisa y certera. Mientras crecen las posibilidades de descubrimiento del crimen culposo, más aéreo parece Álex, que recuerda, observa o imagina las trayectorias de los patines, su liso transcurrir, la realidad de ese parque convertido en refugio mental. Las imágenes de los “skaters”, de acciones precisas, gestos perfectos y cuerpos entrenados, se oponen en su memoria a las del otro cuerpo, la del guardián ferroviario, partido en dos, pesado, agónico, incapaz de moverse. Cuanto más insistente es la imagen cuerpo a tierra del moribundo, más cercano se siente Álex a las cualidades ingrávidas y aladas de los patinadores. Como un ángel reconociendo a sus semejantes.

Te pareció sensual los movimientos del skateboard, "se aceleran y desaceleran" escribes. Como un coito si te entiendo bien, quizás no es así, no puedo afirmar nada.
Te felicito por tu capacidad de observación en lo que dices: "Texturas diversas, imagenes granuladas y otras límpidas". En ningún momento se expresa esa oposición que dices entre el skateboard y el cuerpo del muerto, ese es tu punto de vista que viene para mí de una mala interpretación, pero te felicito por haber dado un paso hacia una definición. Busca el skateboard en su marginalidad, por eso le atrae "The Paranoid Park". Pero si notas en la película el skateboard queda de lado a un tiempo de la cinta para que Alex sufra herméticamente, sus preguntas a su amiga, el momento de la ducha en que se agarra la cabeza, cuando está dentro del auto con el amigo. No regresa a Paranoid Park ni se ve skater alguno maniobrando.

Así como las imágenes del parque son parte de un paisaje alucinado, también lo es la banda sonora, de una riqueza formidable. No sólo porque la música conforma un texto denso, que mezcla referencias múltiples, sino porque la voz y los ruidos, amplificados, en ecos, o atenuados por momentos, dan cuenta de un mundo que se vuelve mental, interno, refractario a las demandas de fuera.

Yo ni noté la banda sonora que mencionas, vaya observación la tuya.¡qué intelecto! Ahora, es obvio que todo buen director sabe que la música o el sonido, como te guste, acompaña a la imagen para dar emotividad o fuerza.

Es imposible dejar de mencionar el costado homosexual del filme. No sólo por la fascinación que siente Gus Van Sant por la presencia de los cuerpos de sus personajes, sino por las insinuaciones acerca del sentido de la noche en el tren y el accidente que lo frustra todo. Acaso para Van Sant ese deseo homosexual, o su fantasía abortada, es también una vía de acceso hacia el nuevo estado de conciencia de Álex. Todo es así en esta película, plagada de indicios antes que de certezas.

Pecas de intrépido, ¿fantasía abortada? ¿la tuya o la de Van Sant porque lo sabemos homosexual?
"Plagada de indicios antes que de certezas" escribes. El pico del iceberg de Hemingway, cierto, cierto.

Saludos. Tu amigo.

Mario.

PD: Disculpa que escriba sin estar inscrito, y es porque no lo estoy ¡ja!